- El alcalde garantiza a los vecinos que invertirá en 2016 para rehabilitar y mantener la casa
- Investigadores internacionales y nacionales investigan su movimiento social
De la decepción a la esperanza. Es la primera vez en 15 años que un alcalde de Sevilla recibe a la asociación de vecinos Casa del Pumarejo y la primera vez que hay un compromiso de iniciar obras de urgencia de rehabilitación y mantenimiento en este palacio del siglo XVIII de la calle San Luis convertido en una activa casa de vecindad y centro neurálgico del barrio.
Juan Espadas y sus delegados de Hábitat Urbano y el distrito centro se reunieron con siete miembros de la asociación el pasado 13 de octubre en el Ayuntamiento (en la imagen). Espadas expresó su decidida apuesta por esta casa y les anunció que el año que viene afrontará la reforma con una cantidad de dinero «importante» en el presupuesto de 2016 y en años siguientes. Y recalca que estaba en su programa electoral y que consultará la actuación con los vecinos y entidades de la zona. El Ayuntamiento es dueño del inmueble desde 2009, pero ha incumplido hasta ahora su deber de conservación de este monumento y ha clausurado la mayor parte de sus viviendas y estancias.
Felisa, la octogenaria presidenta, salió contenta de la reunión por «la sinceridad» del alcalde Espadas -relata-, pero hasta que no vea obras no acabará de creerlo después de tantos años de palabras huecas. Felisa rechaza irse a otro barrio por más transformadores que necesite para adaptar la luz de 125v a 220v, o pese a los puntales. Ha criado aquí a sus seis hijos, 14 nietos y 6 biznietos. «Conozco a todo el mundo en el barrio y soy muy feliz en esta casa. Hemos pasado mucho desde el año 2000. Aquí han hecho horrores los dueños y los arquitectos del Ayuntamiento, que pusieron la casa peor de lo que estaba», lamenta con la voz cansada.
Rosario, con 53 años, sigue siendo «la estudiante» para Felisa y es la inquilina más joven. Señala lo mucho que ha cambiado el barrio por la mejora del poder adquisitivo de las familias. Confía en el inmimente arreglo de la casa y por tramos. Admite incomodidades por la luz y por el frío que se cuela en invierno por los techos de cinco metros de altura, pero le compensa quedarse por la buena relación de vecindad. «Y por apostar por otra filosofía y otros valores, por la autogestión y por que sea realmente un espacio público», explica risueña. Rememora a los inquilinos mayores que se han marchado a pisos que les ofrecían en Mendigorría.
El edificio acoge un activo colectivo de movimientos vecinales, sociales, culturales y de pensamiento que se financia con la autogestión: han creado la moneda social puma (equivale a 1 euro) que funciona en todo el casco norte y lo que se recauda en sus talleres, mercados y fiestas tradicionales se reinvierte en financiar las actividades e instalaciones del edificio. No recibe subvenciones ni ayudas públicas.
Su repercusión nacional e internacional es un hecho: la Comisión Europea ha colgado en su web oficial un vídeo de 15 minutos del emprendimiento social que acoge la casa del Pumarejo e investigadores de Australia, Francia, Italia, Alemania y Portugal se han interesado en estudiarla y en vincularse a ella como ejemplo de cohesión social que no se ve en el mundo desarrollado. Además, la casa aparece en una decena de tesis y trabajos universitarios nacionales.
En la entreplanta, con tarima flotante y colores al estilo ibicenco, se imparte el taller de yoga, salud y crecimiento personal por la profesora Trini, naturópata, que cobra la mitad de la tarifa en la moneda puma. Felisa acude con su hija. Hay talleres para madres con bebés, de capoeira y más. Trini destaca el orgullo de pertenecer a este movimiento vecinal desde hace una década.
Miguel Macías y Salvador García y David Gómez, de la asociación, son habituales en la casa. Comparten la esperanza por el giro en la postura municipal. Para Salvador, ex empleado de Renfe, la casa es «su lugar en el mundo», un centro de vida de verdad, no un escenario, que ofrece salud, relaciones, conocimiento y afecto, y «eso vale una fortuna». Lamenta el maltrato del inmueble por los dueños originales y por el Consistorio: «Aquí han puesto muchos puntales , cerrado espacios en 15 años y hecho un expolio para que la casa tenga un fin distinto a su valoración como monumento en 2003, y todos los partidos son culpables». Miguel Macías, enamorado de la casa, llegó buscando asesoramiento en la Liga de Inquilinos cuando lo iban a echar de su piso, y se quedó por el valioso ambiente de compañerismo entre el centenar de habituales y las miles de personas vinculadas a ella.
Los arquitectos Ventura Galera y José Ignacio González han dirigido la recuperación de este monumento tras recaudar 20.000 euros por la vía del crowdfunding. Ni los propietarios originales ni el Ayuntamiento, que la compró después, se han interesado por su conservación pese a ser un monumento (BIC). El patio principal se ha adecentado con el asesoramiento del museo de la cal viva de Morón para no alterar su protección. Sin embargo, la recuperación por parte de los vecinos ha frenado su deterioro en una mínima parte, ya que la casa tiene 3.000 metros cuadrados.